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MI PASIÓN (CAP. 11)

«Permítete ser el brillo que ilumine tu camino.»

Esta frase que escribí hace 8 años me recuerda mi pasión.

Gracias por este cuarto reto Yolanda, me ha ayudado a descubrirme aún más. Después de plantearnos hablar sobre nuestra pasión y ver el vídeo de mi querida Iron, me veo de forma más clara.
Mi verdadera pasión ha sido, basada en mis necesidades y miedos más profundos por un lado, y en el amor de mi corazón por Todo y por todos por otro, poner mi granito de arena a través de mis palabras para que nadie se sienta feo, que es como yo me he sentido siempre, y aún hoy en una parte de mi corazón. Dicen que vienes a darle al mundo lo que sientes que no tienes…
Siempre fue mi cara, me veía muy fea de niña, ahora es por mis kilos, y me alegro de haber hecho este Live porque me he visto hasta guapa en él. Mostrar nuestra vulnerabilidad nos embellece, lo he estado viendo con mis compañeras, corazones muy grandes y bellos todas y cada una de ellas, y eso es lo que transmitían en la pantalla. Como le he comentado a algunas personas, conmigo es con la única persona con la que siento que soy superficial.

Yolanda también nos dijo que hablásemos de algún caso en el que hubiésemos tocado a personas con nuestra pasión. Les he contado tres.
Hace años hice el curso de ‘monitor de ocio y tiempo libre’ y en mis prácticas había una niña especialmente rebelde, siempre estaba haciendo alguna. Su caso no era fácil, sus padres la abandonaron en una casa de acogida y se pasó toda su infancia de casa en casa hasta que al final se quedó con sus tíos. Sin duda eso le estaba pasando factura en su adolescencia, era rebelde, eso la hacía sentirse rechazada, y entraba en un bucle en el que se sentía sin salida. Un día que se puso a llorar hablé con ella, me despertaba una ternura infinita. Le dije que con una infancia tan difícil era normal que se sintiese mal muchas veces, que era importante que lo comprendiese, pero también le dije que con su actitud era normal que los niños huyesen de ella, que también tenía que comprenderlos a ellos. Le dije que tenía que quererse mucho, que era auténtica, que se mostrase sin miedo y seguramente las cosas mejorarían. Al día siguiente les escribió y leyó una emotiva carta a sus compañeros, y a mi otra que aún guardo como un tesoro.
A día de hoy, es una joven de veintitantos que ayuda a niños y niñas que están en casas de acogida, sigo emocionándome…
La segunda historia es la de Carlos, iba al gimnasio con mi hijo, uno de esos niños que llevan una etiqueta en su pecho de ‘malos’, tenía 12 años. Yo ya era consciente en aquel tiempo del daño que las etiquetas nos pueden hacer, incluso las positivas.
Un día Carlos lió una muy gorda en el vestuario y reactivamente me salió decirle en tono irónico: Que bueno eres ¿no?. Carlos me miró con ojos de plato y una inocencia que me partió el corazón y me dijo: ¿De verdad?. Ahí rectifiqué rápidamente mi metida de pata y le dije: Sí cariño eres muy bueno, eres un niño buenísimo.
A partir de aquel día todo el mundo empezó a hablar del milagroso cambio de Carlos.
Lo volví a ver a sus 19 años y se acordaba de mi, pero curiosamente no se acordaba de haberse sentido ‘malo’ nunca. Había estudiado una carrera y coincidimos haciendo extras, y era un chico de lo más formal, educado y trabajador.
Y luego está mi Suren.
Suren Nalbandyan es armenio, y tiene nombre de príncipe, mi príncipe bonito como yo le decía. Una de mis almas gemelas, así lo sentí, él también se sentía feo, y cuanto más lo conocía, más bonito lo veía yo, un día que se lo dije, me preguntó si de verdad lo veía guapo, y le dije que sí, que eres atractivo por lo que transmites y que eso nace del amor propio, que puedes sacarte el mayor partido posible de ti mismo, seas como seas. Años después he ido viendo sus fotos y ha estado con chicas guapísimas siempre. Además de eso, pasó de las broncas en la calle a ser subcampeón del mundo de Artes Mixtas. Se sintió mejor consigo mismo y canalizó de buen modo la rabia que albergaba en su corazón, que al final es una de las cosas por las que podemos sentirnos feos.

Si duda estos tres casos de transformación me han ayudado a creer en mi y a seguir soñando con seguir aprendiendo sobre el mundo interno y escribir y compartir algún día todas estas cosas.

Como dice mi querida Édera, la belleza es relativa, y yo lo se, aunque aún no lo haya sanado, aunque aún no pueda sentirla en mi. Como le dije ayer a Noa tal vez nunca lo consiga, pero no voy a seguir buscando superar esto obsesivamente, porque al final esa obsesión me hace sentirme aún más fea.

Fotografía de Anna Shvets en Pexels
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