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ESCRITOS… (CAP. 26)

«Y por fin lo entendió, ese sentir iba mucho más allá de lo humano, incluso más allá del alma, era algo animal. Sus impulsos, su olor los llevaban a buscarse sin buscarse, atravesando paredes, tiempo y espacios. No era amor, no era pasión, era instinto, el más puro de los instintos.
Y por fin lo entendió para así poder dar fin… para así poder dar paz a su piel y a sus entrañas… para así encontrar la calma en su corazón… Su atadura era su amor incondicional, protector, apasionado… la de él territorial, su amor ardiente, posesivo… Su atracción de esas que hacen que la vida sea vivida, que lo vivido sea intenso, poderoso y destructivo al tiempo… Un amor que todo ser sintiente debería vivir alguna vez, de los que dejan una profunda huella…
Y por fin lo entendió, y por fin dio fin, honró su parte salvaje y también la de él en la despedida, dando gracias por todos los gruñidos y gemidos compartidos, por los latidos… dando gracias por el deseo, por lo frenético y por los suspiros… dando gracias a la vida por ponerlo aquel día en su camino, en sus sentimientos y en su cuerpo, en sus sentidos… por ser parte de su destino …»

Fotografía de John Rocha en Pexels
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