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EL PAISAJE INTERNO (CAP. 27)

No tenía duda de que las enfermedades no vienen de la noche a la mañana.
No tenía la más mínima duda que se iban gestando con el paso del tiempo hasta que se manifestaban físicamente.
Lo que no imaginaba es que casi con certeza, por experiencia propia me atrevo a decir, es que si hemos sufrido episodios traumáticos podrían dejarnos huella desde edades muy tempranas, huellas que podríamos revertir si llevamos consciencia al cuerpo y trabajamos en reorganizarlo para su correcto funcionamiento, de lo contrario enfermar podría ser algo inevitable.

Hoy he podido ver con claridad que mis problemas de tensión y mi prediabetes no tienen como causa mi sobrepeso, es más bien lo contrario, aunque sumar kilos no ayuda por supuesto, el bucle puede ser infinito; hoy he podido sentir miedos que aprisionaban mi corazón con origen en mi tierna infancia, el miedo a qué me sucedan cosas terribles estaba incrustado en mi estómago, al no digerir mucho de lo vivido, en conexión con mi pericardio, lo cual creaba una tensión crónica que con el paso de los años, y unida al esfuerzo y al estrés, se ha transformado en la hipertensión que sufro hoy día y que puede derivar en una insuficiencia cardiaca debido a una deficiencia en el bombeo de sangre en el corazón, algo que he podido constatar con mi máquina Quantum. En mi corazón también he podido ver un vínculo entre el amor y el miedo, algo que he podido observar gracias a las herramientas que me ha enseñado Tere de ‘El punto de Vista del Cuerpo’ y que me temo puede ser la causa o la causa en parte de mi intolerancia a la glucosa;  y no sé si llegaré a tiempo, pero estoy absolutamente comprometida con sanarme físicamente.
Gracias de todo corazón Tere y nunca mejor dicho.

Ahora me estaba acordando de algo que me contaron hace un tiempo, el tío de un amigo era un hombre buenísimo pero nunca encontró pareja, nadie podía entenderlo porque todo el mundo lo consideraba una bella persona. A cierta edad le diagnosticaron azúcar y un buen día, mejor dicho un mal día, se murió después de un atracón de melocotones, y yo creo que lo que acabó con su vida ni siquiera fue no recibir dulzura, sino no poder dar la que él tenía para ofrecer. Creo firmemente que a veces nuestro destino lo marca un paisaje interno difuso del que nunca fuimos conscientes.

Foto de Paul IJsendoorn en Pexels

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