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VIVO EN VIDA (CAP. 18)

El otro día leí sobre los ‘Sokushinbutsu’, monjes budistas que logran el estado de budeidad momificando su cuerpo en vida, no todos lo que lo han intentado lo han conseguido, pero si algunos, un alma pura viviendo en un cuerpo muerto que les permite estar en este mundo; realmente sorprendente la verdad, aunque el proceso para llegar hasta ese estado es no solo sorprendente sino escalofriante, se asesinan a sí mismos lentamente para dar lo mejor de su alma a los demás.

Leer sobre ello además de confirmarme que el alma va mucho más allá de nuestra vida física, me ha hecho darme cuenta de que el gran reto que atraviesa la humanidad en estos tiempos, es lograr un alto estado de consciencia en el que el alma pueda manifestarse libremente, con la diferencia de que en lugar de momias, podemos vivir en cuerpos totalmente vivos y conscientes, soltando mochila, trabajando la virtud y poniendo consciencia corporal.

Liberarnos de las ataduras existentes en el cuerpo, que es quien sufre sí o sí cada golpe emocional, nos lleva a una libertad donde el alma puede expresarse porque puede encarnar.

De niños el alma está muy presente y el cuerpo es naturaleza viva, pero con las experiencias de la vida nos vamos densificando y el alma se va apagando, unos cuerpos se van secando y aquellos que se resisten a morir se quedan en la naturaleza animal al menos por un tiempo, no hay buenos ni malos realmente desde esta mirada, jamás se nos ocurriría juzgar a un león por matar a una cebra para comer. Y no estoy justificando los malos actos, solo estoy poniendo sentido, mi sentido reflexivo, a mi necesidad de entender los actos humanos.

En los últimos tiempos estoy trabajando con la consciencia corporal y voy logrando pequeños pasos que me dan la confianza para seguir en este camino; soltar la densidad no es un camino fácil, pero la satisfacción interna de cada paso dado vale la alegría, que no la pena.

Poder entrar en un ataque de ansiedad con un dolor en el pecho que parece que te va a dar un infarto, que se pasa en dos segundos después de decirle a tu cuerpo que no estás en peligro es un gran logro para mí; entrar en sufrimiento por ver muy mal a tu hija y decirle a tu cuerpo que la mejor manera de ayudarla desde el amor es soltar ese sufrimiento y la tensión que lo acompaña, porque desde esa densidad solo sientes impotencia y desde la impotencia es imposible amar, y poder darle amor en dos segundos es otro gran logro.

Me propuse soltar los pensamientos automáticos y lo conseguí; me parecía imposible poder soltar el sentir automático y reactivo, y fue mi siguiente meta; ni siquiera había contemplado poder soltar las sensaciones y el dolor físico, pero ahora se que también se puede y ese es mi siguiente objetivo.

Estos días he podido definir mejor que nunca que no es lo mismo para nada controlar que observar, si observas a un niño, si te observas a tí mismo desde el amor, amor es lo que se recibe; si controlas a un niño, a un adolescente, si te controlas a tí mismo lo único que puedes conseguir es densificación, la línea de la observación es muy fina.

Sigo observando, sigo soltando control, sigo caminando poniendo consciencia en el camino y en mi cuerpo… y no se hasta donde llegaré, pero llegue donde llegue quiero hacerlo como ese otro grupo de personas que llevan el corazón en su sonrisa y la luz en su mirada hasta el último día de su partida, esas personas cuyos rostros en lugar de parecer de cartón son de puro algodón.

Foto de Olga Jiménez García

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