Esperar a que nos alimenten, esperar a que nos salven, incluso esperar para divertirnos o para ser felices con alguien en la infancia puede desencadenar ansiedad en la edad adulta para liberar ese deseo que se quedó fijado en nuestro cerebro reptiliano y que se detona cuando se repite una situación.
Es una ansiedad por espera que además asocio a comer compulsivamente, a la parálisis, a la procastinación y a las resistencias.
Ayer estuve esperando a que ese chico que me dijo que quería volver a verme me escribiese pero no lo hizo y se desató la ansiedad al estar esperando, no justifiqué que no me escribiese, acepté la decepción y la realidad, pero también agradecí poder ver que escondía esa espera; ayer sentí todo el dolor de la espera y está madrugada puedo ver con más claridad todo lo que había debajo de ese dolor irracional, al chico apenas lo conocía y realmente no tenía mucho sentido que mi dolor fuese tan intenso.
Hoy le he dicho a mi cerebro que ya no espero a mi padre para que me salve del pederasta, ya soy mayor, ya no tengo 6 años, ya no estoy en peligro. También le he dicho que el chico no me va a salvar de ningún peligro.
Hoy le he dicho a mi cerebro que ya no espero a mi abuela para sentirme plena, ya no tiene que volver de Alemania después de irse tres meses como sucedió. Y que el chico no va a llenar mi plenitud porque ya me siento plena realmente.
Hoy le he dicho a mi cerebro que ya no espero por mi fantástico traje para sentirme guapa, aquel que me hicieron mis tías después de semanas y que me hizo sentirme bien por primera vez a mis diez años. Y que el chico no me va a hacer sentir mejor aunque pareciese perfecto para mí, como aquel traje, porque sentirme bien solo depende de mí.
Y sí, hoy también le he dicho a mi cerebro que ya no estoy en el canal del parto donde me quedé atascada, que ya he nacido, que sobreviví y que el renacimiento que siento interiormente no viene de la mano del chico, aunque la experiencia con él y con su abrazo fuese maravillosa y paradójicamente me haya ayudado a renacer de algún modo, porque sentir es creer y creer es crear, como te he dicho alguna vez, y que él me abrazase como lo hizo me ayuda a tener esperanza de la buena, no falsas expectativas, de que algún día algún chico me abrazará abrazando mis abrazos, como dice la canción, como él lo hizo.
¡Lo logré! ¡Me salve! ¡Me siento plena! ¡Soy feliz! ¡Nací! ¡Sobreviví!
Foto de Ksusha Semakina en Pexels
Fisionaturopatía y Fisioestética
Terapia holística ‘Análisis Quantum’
Terapeuta, Profesora y Entrenadora de Integración Emocional
Conciencia y consciencia
Filosofía Experiencial
Investigadora y Escritora del Ser Integral