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OSU (CAP. 5)

Hay aprendizajes que son para toda la vida, hay experiencias que te ayudan a crecer pero sobre todo asientan las bases de quien serás en el futuro.

Hoy quiero rendir homenaje a mis Senseis Shihan Pere L. Beltrán y Shihan Agustín Mulero, sin ellos hoy no sería quien soy, gracias a ellos se que la motivación, la constancia, la perseverancia y la disciplina dan frutos siempre.

Alcancé el cinturón marrón de Kárate Kyokushikai, estilo fundado por nuestro querido Masutatsu Ōyama que en junio 1964 creó su Sede Mundial y cuyo significado es «Escuela de la más alta verdad» (Kyoku: lo más alto; Shin: Verdad o Realidad), pero sin duda mi alcance fue más allá, mi corazón y mi alma asienten.

Gracias al yoga y la meditación pude ser consciente de mí misma pero no puedo olvidar que mis primeras conexiones con el silencio interno fueron de los 13 a los 18 años en mis clases de kárate.

Jamás olvidaré tus palabras Shihan Mulero «Has mejorado mucho como karateka, pero como persona un 300%».

Yo era una niña tímida y acomplejada, una adolescente que si podía se escondía pero gracias a mi padre que había hecho Lucha Grecorromana en su juventud y me animó a probar, conocí el kárate y gracias a mis maestros descubrí que dentro de cada uno habita un potencial increíble que nos espera para ser descubierto; descubrí que podemos ir más allá de nuestros propios límites, aprendí que es importante trabajar en uno mismo sin perder la visión del trabajo en equipo, aprendí que hay que ser honorable incluso con ‘el enemigo’, algo importante tanto en nuestras batallas internas como en nuestras relaciones personales, y que el soporte del maestro y su confianza en ti son claves para la mejora continua.

Gracias Senseis, aquellos años me han ayudado a caminar tanto fuera como dentro de mí misma y lo seguirán haciendo mientras viva, sois admirables y tenéis todos mis respetos y cariño. Osu!

Foto de Inna Mykytas en Pexels

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